Por: Jesús
Silva R.
(Esta obra
pertenece estrictamente a mi labor de escritor, cualquier parecido con la vida
real es pura coincidencia. Sirva mi creación para quienes sanamente disfrutan
la poesía).
Este poema fue sometido a prohibición... Voy a
contarles de mi Guayabo Sobrevenido, ese que te sucede cuando menos tú lo
esperas… Tal vez estas líneas nunca jamás serán leídas por la persona para
quien fueron pensadas.
Conocerla y
nunca más volver a verla, fue como clasificar al mundial de fútbol y luego perder
el juego final. Quisiera decir su nombre. La imaginación es al poeta lo que al
pájaro sus alas. Pero un caballero debe siempre callar.
Ella me hacía
preguntas, yo sereno en mis respuestas, Toda Venezuela aplaudía. Mi mente se
dedicaba al estudio de cada centímetro de su pícara cara y su delicioso cuerpo,
aunque la entrevista fuera estrictamente constitucional.
Si ya
entendiste, por favor, no se lo digas a nadie. Rostro de claro panqué, ojos de
misterioso champagne. Hipnótica era su mirada y aquel botón de su camisa ya
casi que me saltaba. Yo quise que me saltara. Pero seguro nos habría costado
una sanción de Conatel.
Encandilado
por el fuego de sus cabellos, esa mañana mi corazón junto a ella quiso arder.
En sueños ya la había amado y en Twitter la amé también. Pero no me identifica, en la web no me contesta y quizás nunca jamás la podré ver. Reina de la indiferencia, dicta sentencia
desde su tribunal personal.
Con rayos X
la imaginé posando en fotografía de Spencer Tunic. Mientras ella, con la punta
de su zapato volvía a tropezar los ruedos de mi pantalón. Nos miramos frente a
frente. "No es lo que estás creyendo, fue sólo un accidente", a mi
mente le advertí. No quería imaginarme sobre nubes para más tarde caer.
Las luces de
la escenografía no eran tan poderosas como las dos grandes de ella. Por ellas
oré a San Nicolás y a los Reyes Magos deseando que al fin me dijeran:
"aquí estamos, el regalo que tanto pediste es tuyo esta navidad".
Perdidamente
ilusionado, disimulé, era mi obligación ante cámaras y una transmisión en vivo en
pantalla nacional. Intrusa la tentación de tirar por la ventana tantos años de
prestigio intelectual y cometer imprudencias. Felizmente no pasó.
Debía parecer
serio y muy serio siempre fui. Aunque un diablo en mi oído conspiraba con una
guarimba: "Abraza a la sirena y cómele los labios". CICPC y SEBIN
habrían procedido a mi captura en el sitio del suceso, rápidamente. Jajajaja!
Bien lo sabe
el cielo que si ayer, hoy o mañana, me llegara una señal de mínima posibilidad
con ella, tiraría por la ventana tesoros y mucho más. Pero ya no soy
adolescente, rara vez salto al vacío, sé prevenir las derrotas.
Estrella
púrpura en su muñeca derecha. Era la Venus de Milo a pocos centímetros de mí. Sólo
volveré a sentir lo mismo cuando cumpla mi sueño de viajar por el espacio. Su
mímica de chica sifrina me sedujo absolutamente.
Ya para entonces
me hacía falta utilizar un babero. Deseaba estirar los minutos. Si esto no es
amor. ¿Entonces dime tú qué es? Mi mirada de cordero degollado se lo dijo todo
y seguro que despertó sus ganas de jugar malvadamente. Divorciada y de mi edad,
tiene potentes recursos y sabe muy bien explotarlos.
Puso su mano
en mi pierna para conmocionar mi mente. Al segundo vi estrellitas. Culpable
entrevistadora no conoce la piedad. Mis rodillas temblaban continuamente
mientras permanecía callado. Aprendí del cocodrilo, que sabe hacerse el
muerto para atrapar a sus víctimas.
Desde que nos
dijimos chao, vivo sumergido en un "Guayabo Sobrevenido" totalmente ajeno a mi voluntad, mis deseos y
mi planificación. Por tal motivo nunca será un guayabo preexistente. Sé que
ella no es para mí, no tengo poder ni fortuna. Entonces ¿Cómo podré
interesarle? Sólo saldré del Guayabo hasta que cese el motivo sobrevenido, eso
deberá entenderlo la Sala Constitucional. ¿Será una falta absoluta o temporal de realismo en mi conciencia?
Cuando Dios
quiere enloquecer a alguien, cumple todos sus deseos. Yo pedí tenerla a ella
pero Dios me quiso cuerdo. Papá Dios como consuelo, me la regaló en DVD y un
par de fotos al álbum. Quise encontrar su otro tatú, ese que esconde en su
empeine. Pero su mezquino perfil izquierdo puso un muro al fetichismo.
¿Será en
forma de hiedra, estrellas o pequeñas rosas? Embriagado por sus roces de
gamuza, quise que me lo mostrara. Pero una pizca de cordura y dos mil de
tradicional timidez, mantuvieron las palabras en la prisión de mi boca.
Mientras escribo estas letras, recreo aquellos
instantes con lapsos de taquicardia. Naturalmente, soy su seguidor más abnegado
y antiguo. De pronto estuve con ella, bella dama electrizante. Líbreme Dios de
este hechizo, de una manera elegante.
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