Seguidoras

29/1/11

Labios de fresa















Por: Jesús Silva R.

El 2000 no era común ni corriente,
Nos sobraba juventud,
Lindos cuerpos, lindas mentes.
Y la explosiva inquietud.

Fue el año en que te encontré
Mirando detrás de un vidrio,
What’s your name? Te pregunté.
Ya te soñaba en mi idilio.

Mis idilios y romances,
Terminaron al revés,
Eras más que la Asistente,
Yo sólo el maestro de inglés.

Eras la más popular,
En sexy uniforme de tela.
Tu sueño era ganarte un Grammy,
Eras la Miss de la escuela.

Quebraste cien corazones
Desfilando en la academia.
Tomamos rumbos distintos,
Yo escritor y tu bohemia.

Casi diez años pasaron,
Sin que yo pudiera verte,
Nunca lograba olvidarte,
Soñaba otro golpe de suerte.

La década nos cambió a ambos,
Como también cambió al mundo,
Cambió la tecnología,
Más no mi anhelo profundo.

Eso que llaman el Facebook,
Nos dio el reencuentro increíble,
Flaca con “labios de fresa”,
Mi eterno amor imposible.

Cuando mi corazón delicado,
Estaba más decaído,
Tu regreso y mi locura,
Revivieron a Cupido.

La noche de mi fiel ciudad,
Era una frágil camisa,
Rota con pocas palabras,
Y ganas de amarnos de prisa.

Pero hasta Schumacher se estrella,
Por manejar sin decoro.
Tu bronceado y largas piernas,
Distracción de “Meteoro”.

No obstante nada detuvo,
Mi poesía apasionada.
Belleza en cuerpo desnudo,
Fuiste amada en mis almohadas.

Frenética lucha de besos,
Que amaneció con caricias.
Y tu promesa de amarnos,
La inolvidable noticia.

17/1/11

FRENTE A LAS OLAS DEL MAR


Por: Jesús Silva R.

Érase una vez un caminante que paseaba por la orilla de una playa, vistiendo su mejor traje. De pronto una ola inmensa, como nunca se había visto, apareció y lo derribó. Aquel sujeto se sintió realmente ofendido por el mar, aunque en la playa no hubiera nadie más como testigo, y él supiera que en su armario existían otros trajes impecables, éste se había convertido, sin embargo, en uno de los momentos más importantes de su vida.

Importante, no por un traje que quedó arruinado, no por la vergüenza de que su cuerpo hubiera sido batido y revolcado entre la arena y el mar, pues nadie más presenció la bochornosa escena; sino porque él jamás había vivido un verdadero suceso indeseable y por ello la decisión que tomara, marcaría su norma de conducta para el resto de su vida.

Él podía quedarse en esa playa, rabiando, llorando, lamentando lo ocurrido, preguntándose tal vez por qué el mar le hizo tan mala jugada. O por el contrario, podía simplemente sacudir su traje, comprender que seguía siendo el mismo caminante, que no perdió su honra, ni su valor, ni sus facultades, ni el luminoso porvenir que le aguardaba si era capaz de pasar la página, de no quedarse atrapado en aquel infeliz instante, y proseguir su rumbo con una conducta emprendedora, de firmeza y auténtico coraje.

Esta historia me fue contada hace varios años por un viejo sabio, uno de los compañeros más valiosos que he tenido y en tiempos de máximas dificultades. Él se refirió a las dos grandes opciones que más de una vez nos presenta la vida ante las calamidades: La renuncia o la perseverancia.

Definitivamente en nuestras luchas, aspiraciones, relaciones afectivas, la familia, el trabajo, ante los cambios y giros infinitos de las circunstancias, en todo lo que ocurre o no llega a ocurrir, debemos siempre, sin reparos, sin pretextos, con nobleza, con grandeza y el alma libre de impurezas, comportarnos como el caminante de esta historia: Mostrar perseverancia. Sacudir nuestro traje y seguir andando.