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9/5/20

Tengo 40 y beso a una de 20

Jesús Silva

Lo mío es una chiquilla porque para viejo yo. Y poco me importa que me ataquen con otro trending topic número 1 nacional. No hizo falta pastilla, porque, por ahora, los objetivos trazados fueron cumplidos en la ciudad capital.

Hablo en tiempo pasado porque esta fábula fue ayer y yo no sé mañana dice la canción. Vivo así. Mi chiquilla era modelo de catálogo, muy alta, delgada y extensa, repetía siempre la palabra literal. Piernas kilométricas conectaban a América con Europa, brazos prolongados como crucero continental. Pieza tallada de todos mis fetichismos. Versión autóctona de la legendaria Naomi Campbell.

Ella descubría la vida con 20, yo con 40 y divorciado, flotaba serenamente más allá del bien y del mal. Hombre realizado que sentó bases de descendencia y dejó legado. Llegó el tiempo de vivir el yo.

En la horizontal jugaba con mi chiquilla, formábamos un número 10, ella en la flacura del uno y yo en la redondez del cero; ambos metro ochenta, ella 50 kilos y yo el doble más la carga de la edad. 

Muñeca de pasarela, sus besos eran enigmas. Mis manos leyeron su cuerpo como ciego a código braille, busqué los indicios que me dijeran totalmente una verdad.

Montada y producida subió y bajó mis escaleras, primero a lo modelo, segundo a lo miss. Una botella de anís no le hizo ni cosquillas. Quise saber sus sueños y contarle los míos, siempre fui más alma que carne, más espíritu que sexo.

Me habló de sus esperanzas y aspiraciones, le hablé de mi trayecto y mis conclusiones. Podía ser mi hija pero no lo era, pude ser su seguro de vida pero ella no temía a emergencia. La juventud es 90% ego y 10% precaución. Yo también tuve 20 años.

El cielo oscurecía en otra tarde de cuarentena y era ley dejar ir a mi chiquilla antes de que el corona me la quitara. Antes del chao, cociné para ella. Agradeció pollo y cebolla, supo que mi premio Master Chef era ella.

Bajo influencia de su mano entrelazada a la mía, dejé escapar pregunta que hace 20 años me hacían a mi y yo siempre evadía ¿estarán estas manos así siempre? Respondió con el que iba a ser el título de este poema: "puede ser".

Ahora soy un viejo solvente porque he matado todas mis hambres: hambre de fama, hambre de fortuna, hambre de mundanidad, hambre de placer. Sólo falta matar el hambre de amor. ¿Será esto aconsejable para que nada me interrumpa?

En definitiva, la vida es lanzar los dados y ver qué número sale, agarrar un ticket y esperar sorteo. Pero sobre todo en el proceso del azar y de los sentimientos inciertos: vivir sin miedo. Sigo aprendiendo a los 40, amando mi libertad.